Así es cómo captura y digiere sus presas la Venus Atrapamoscas

Cuando pensamos en una planta carnívora se nos viene rápidamente a la mente una imagen. Vale no, la planta carnívora de Mario Bros no, busca una más real: hablamos de la Venus Atrapamoscas (Dionaea muscipula), espectacular por sus hojas que se asemejan a una mandíbula llena de ‘dientes’ y que se cierra formando una trampa mortal sobre todos los insectos que caen en ella.

La Venus Atrapamoscas es fascinante en sí misma. Solo se encuentra de forma natural en Carolina del Norte y del Sur -aunque Ikea esté vendiendo una de sus variedades por medio mundo-, y forma una especie única en su género, pero aún con todo muchas veces su apelativo de ‘planta carnívora’, como el del resto de estos organismos, es algo exagerado.

Como otros tipos de carnívoras, las Venus se alimentan de insectos y arácnidos -aunque por su nombre lo parezca, solo un porcentaje muy bajo de sus capturas son moscas- que se sienten atraídos por su colorido interior y su olor. Sin embargo, estas plantas también realizan las fotosíntesis. De hecho, solo capturan insectos cuando necesitan un extra de nutrientes.

Varias investigaciones han abordado este tema concluyendo que las plantas carnívoras desarrollaron estos mecanismos únicos en el reino vegetal al vivir y evolucionar en terrenos pantanosos o, como es el caso de la Venus, en terrenos con muy pocos nutrientes. En resumen, el insecto que se zampan viene a ser como una especie de snack para aportar más energía a su sistema.

¿Pero cómo atrapan a sus presas las Venus Atrapamoscas y las digieren? El canal de Youtube Science Insider ha hablado con el entomólogo Clyde Sorenson para aclararlo.

Las Venus componen su mecanismo de caza gracias a unas hojas dividas en dos lóbulos (lo que nos parece una especie de mandíbula) que cuenta en su interior con tres pequeños pelos sensitivos por cada lado llamados cilios detectores.

Una trampa que actúa más rápido que el parpadeo humano

Cuando la presa entra en la ‘trampa’ y toca uno de estos pelos, el mecanismo se activa. Sorenson explica que las presas con tan mala fortuna cuentan con un tiempo medio de unos 20 segundos en los que aún pueden escapar. Sin embargo, en el momento en el que tocan un segundo pelo, la trampa se cierra a una velocidad cuatro veces superior a la de un parpadeo humano después de activar una señal eléctrica similar a las que trabajan en nuestro cerebro. Una pasada.

Una vez ya encerrado, el insecto o la araña empiezan a moverse para intentar liberarse… y eso es justo lo que quiere la Venus. Gracias a sus movimientos comienza a segregar una especie de jugo que permitirá digerir los órganos blandos del animal. A las 2 horas, la ‘jaula’ se ha cerrado completamente, y las hojas de la Venus pasan de realizar la función de ‘boca’ a ‘estómago’, liberando estos jugos.

Sin embargo nada es tan violento como nos lo pintan en las películas. Las Venus pueden pasar hasta 10 días digiriendo a sus presas, y después de ese tiempo, sueltan el exoesqueleto o cáscara del animal, ya completamente vacío de sus órganos interiores, que han pasado a dar energía a la planta.

Imagen vía Wikimedia Commons

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